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ES CIERTO, ES CIERTO, NO HE VISTO A UN LINDO GATITO


EL ATRAPASUEÑOS (Para el cuentacuentos. Publicado el 28 de abril del 2008)

Es difícil ver un gato en una habitación oscura, especialmente cuando el gato no está. Máxime si soy yo la buscadora oficial del animalito. En tal caso la situación se agrava notablemente y el que no dé con su paradero, puede deberse a cuatro posibles causas. La primera: mis inseparables dioptrías, que me acompañan desde los cuatro años, y bueno que queréis que os diga, me he acostumbrado hasta tal punto a tener que guiñar los ojos en determinadas circunstancias, que no sabría vivir sin ellas (me pregunto si por eso ligo tanto últimamente). La otra posible causa de no ver al dichoso minino, sería el pavor que tengo a dichos animales (se remonta a los ocho años) y si alguien ha arrastrado un trauma infantil ésa soy yo; por el piiiiiiii gato de una de mis primas (aquí debería ir un exabrupto, pero como no es políticamente correcto, lo sustituyo por la onomatopeya que es más visual y me evito el mal trago de toparme con el felino en miniatura). Comprenderéis, pues, que sea precisamente de ese pavor de donde se derive la ausencia total de empeño por mi parte, en finalizar esa tarea con éxito, o lo que es lo mismo, la de encontrar las uñas y el bicho varios centímetros por detrás de ellas, por ese orden además. Salvo, eso sí, debidamente pertrechada con: una coraza, un chaleco antibalas, un casco protector tipo Power Ranger o de motorista (éste seguro que sería más efectivo), una soga o en su defecto una cadena… seguro que me dejo algo en la lista. Y es que, ruego me perdonen las Protectoras de Animales, me niego en redondo a tan funesta y peligrosa misión, porque yo al animalito no le deseo ningún mal, pero tampoco es menester que exponga mi integridad física a las afiladas uñas del fiero y acorralado animal.

Quedaría, por supuesto, aún una tercera causa que podría impedir el buen término de la labor encomendada y es la de que verdaderamente el gato no haya estado nunca en tan siniestro lugar. Dada su objeción de conciencia minina, a internarse en todo sitio que resulte más tenebroso de lo que la prudencia considera aconsejable. Y sería en ese preciso momento, cuando una no sabe si echarse a llorar o reír por el tiempo perdido en la búsqueda. En vez de estar por ahí haciendo cosas más útiles como: cazar trolls recién escapados de su jaula, con la inestimable ayuda de un ejército de gamusinos o contar las baldosas rotas que hay en la calle o preguntarse a qué huelen las nubes o en qué puesto quedará en Eurovisión la canción del Chiqui-chiqui.

Es la clase de situación tragicómica de encontrar algo que has estado buscando durante meses y habiendo renegando de tal empeño, en el instante más inesperado aparece insolente. Como retándote a que pierdas la paciencia o a que pruebes a guardarlo de nuevo, a ver si la próxima vez tan sólo tardas tres meses en lugar de seis como esta vez. Y todo porque estabas buscando otra cosa desesperadamente y no eres capaz de dar con ella cuando más lo necesitas, que no es otro que en ese preciso momento. Es tan lamentable como la de perder un imperdible. A ver no es que yo sea ninguna maniática del orden ni nada por el estilo, pero no negareis que el nombrecito se las trae... ¿a quién se le ocurrió ponerle tal nombre? ¡Anda que no habré perdido yo alfilercillos de esos! Si me pongo a contarlos, no sé si llegarán a ser tantos como baldosas rotas en la ciudad o socavones por obras cuando la campaña electoral se aproxima, pero sin lugar a dudas, si se pudiese organizar una "porra" semejante a las que tienen tanto éxito antes de un partido, seguramente empatarían en número a la cantidad de gatos negros que nunca he logrado ver en una habitación oscura, sin intención o no de encontrarlos. Como yo ahora, que no logro encontrar las llaves del coche y tengo que ir a casa de mi abuelita para no toparme con el lobo feroz que anda por ahí todo orgulloso, presumiendo de moto nueva.

A propósito, casi se me olvida, la última de las causas que podrían impedir hallar al animal, es que el dichoso gato, ladino por naturaleza, haya planeado todo con sumo sigilo para tender una emboscada. Es más, se me ocurre que haya fingido entrar ahí sin llegar a hacerlo y que en el colmo de su maldad y descaro, haya cerrado él la puerta con un premeditado y arrogante movimiento de cola, llevando en su boca las llaves que tan ávidamente busco sin acierto y las haya arrojado en el jardín o por la terraza o lo que es peor por el retrete. Estoy convencida que ha decidido todos los pormenores de su maquiavélico plan entre maullido y maullido. Ha ensayado su quejido más lastimero, con el firme propósito de tener a su presa a tiro, o sea a mí, para darme el golpe final y certero cuando me tenga a tiro de sus garras.

Por cierto, sigo sin encontrar las llaves del coche, me pregunto si seríais tan amables de llevarme a casa de mi abuela que vive en el bosque. No quiero que el lobo se ponga pesado y me tire los tejos. Si voy andando seguro que no puedo evitar el encuentro. Bueno, mejor pensado… prefiero quedarme buscando al gato: “pssss, psss, minino, minino”.

Comentarios

  1. A decir verdad la frase no es mía. La oí en un debate televisivo y la adopté como hija para un posible relato, porque me pareció divertida. Juro que lo de mi fobia a los gatos es verídica y el motivo también. En fin, espero arrancar alguna sonrisa con este escrito.

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  2. Es una lástima, pero cuando el blog tenía la otra plantilla en lugar de ésta, había muchos más comentarios en esta entrada de los que hay ahora. Siento de veras mi torpeza y haberlos borrado al realizar el cambio. No fue mi intención en ningún momento, de hecho siempre espero con ansias la recepción de vuestras críticas y comentarios que siempre, siempre agradezco, digan lo que digan. Un millón de gracias a todos los que pasais por aquí y manifestais lo que pensais de mis escritos.

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