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PEQUEÑAS CÁBALAS

EL ATRAPASUEÑOS (Para el cuentacuentos. Publicado anticipadamente el día 14 de abril del 2008)

Ésta iba a ser una navidad diferente. Sin duda alguna, su sensación no era sólo por el frío que se filtraba hasta sus huesos. No sabía explicarlo, pero se trataba de algo más profundo. El tiempo parecía suspendido. De repente cayó en la cuenta que su mundo, tal y como había sido hasta entonces se había visto alterado profundamente. Sí, era obvio, las cosas habían cambiado. Su corazón latió atropelladamente ante la evidencia de aquel hallazgo. Tenía que contárselo a alguien, pero a quién... Había tardado años en llegar a aquella conclusión, pero paradójicamente se sintió aliviado.

Un momento... ¿Estaba en sus cabales pensando así? ¿Significaba aquello que su vida hasta entonces había sido una farsa, tal vez un sueño? ¿Era ahora cuando estaba dormido? -ante tales pensamientos le sobrevino el dolor de cabeza -. Miró nuevamente a su alrededor y descubrió lo evidente: estaba solo. Un escalofrío recorrió su cuerpo, se cercioró de tener bien abrochada su chaqueta. ¿Qué suponía para él hacer un inventario de su vida?

De repente un ruido y un horrible olor a tierra mojada invadió todo. Se alarmó, el vello de sus brazos se erizó al tiempo que alguien le daba un empujón. Volvió a mirar a su alrededor, pero... No había nadie. ¿Cómo podía ser? ¿Se estaba volviendo loco? A sus ochenta años recién cumplidos y se estaba volviendo loco. ¡Qué paradoja! él que siempre había estado pendiente de atender la más mínima necesidad de cada uno de sus pacientes del psiquiátrico, no era capaz de identificar los síntomas (una sonrisa iluminó su rostro), estaba hablando en voz alta sin nadie a su alrededor. Verdaderamente, era una rareza o un posible síntoma, desde luego -negó con la cabeza, un pequeño ataque de orgullo repentino, impedía que admitiese la evidencia-.

Otra vez... en este instante el olor no era el de tierra húmeda, sino la mezcla de madera, con tierra recién movida. ¿Qué estaba pasando? Quería gritar, pero la voz no le respondía. Los mejores recuerdos y momentos de su vida, se le agolparon, provocando diferentes y encontrados sentimientos: ternura, nostalgia, alegría, pasión, amor... Su cuerpo era un auténtico hervidero, un permanente torbellino de ideas recogidas en un sólo y preciso instante. En aquel momento, en aquel ahora. Entonces y sólo entonces, descubrió la realidad, ésa que le llevaba avisando todo ese tiempo: ¿Cuánto llevaba así? ¿Un día? ¿Una hora? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Una vida? Tenía gracia, sabía que nunca podría saber cuánto llevaba así, pero tenía una gran verdad que le aguardaba y que prevalecía sobre el resto: vida era lo único que no le acompañaría en su nuevo camino...

Comentarios

  1. Mi primera historia como cuentacuentos y que encima me salió de un tirón. Poco usual, por cierto.

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