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NAHUM (1ª Parte). La Llegada.


“Todos levantaron la cabeza y escucharon.
— ¡Chist! ¡Ahí está otra vez! “(Frase Matilda Grimm).

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A tí que eres y serás siempre mi mejor amiga. Por tu increible paciencia, tu sentido del humor, tu optimismo y porque esta historia guarda en su interior el espíritu infantil que tú, Moni, llevas contigo en cada cosa que haces (como marca de la casa). Además eres la principal artífice de que ésta sea la primera entrega y que haya una continuación. Espero que aprecies los guiños a esa maravillosa saga que nos tiene enganchadas a su lectura desde hace años. Recuerda "La verdad está ahí fuera"


Todos levantaron la cabeza y escucharon.
— ¡Chist! ¡Ahí está otra vez!

Fue algo instintivo, aunque en realidad se oía por todos los sitios y parecía brotar de todas partes y direcciones. Inicialmente resultaba casi imperceptible. Era un sonido lejano, un leve martilleo o una especie de eco del silencio (si es que eso era posible). Lo más asombroso, sin embargo, era que no llegaba por igual a todos. Siempre seguía un mismo orden a la hora de ser percibido. Eso sí, mucho antes de irrumpir en aquel sombrío páramo donde se encontraban, ya se intuía su presencia. El primero en reparar en aquella extraña quietud fue Simón. Sus ladridos les alertaron. Algo no andaba bien. Se revolvía inquieto, sin parar de girar sobre sí mismo, desconcertado. Buscando lo que los ojos aún no veían.

Nada quedaba de las horas anteriores. El aterrizaje había resultado perfecto y el lugar no parecía tan desolador como creían que sería, a tenor de la información previa con la que partieron hacia ese destino. Además, para ser un planeta tan alejado de cualquiera de los dos soles del sistema, su microclima era inmejorable. La temperatura rondaba los 20ºC, es decir 76ºF y 293ºK, según señalaba el ordenador de a bordo. Eligieron ese punto de la superficie planetaria, porque era el más a propósito para obtener los minerales que la Dra. Krahns había pedido que buscaran para su nuevo proyecto (presentían que la decisión no les decepcionaría). También porque allí la superficie era más regular, lo cual facilitaba las labores de toma de tierra, con las que Rahim aún no acababa de hallarse del todo cómodo.

Encontraron muestras suficientes en menos tiempo del que previeron en un comienzo y por eso decidieron trucar una vez más, la cápsula temporal de la máquina, para evitar que la Dra. Krahns les llamase la atención o se preocupara por la demora en el viaje. Al fin y al cabo sólo eran niños con ganas de jugar y divertirse.

A medida que iban alejándose de la nave y por tanto de la zona de seguridad (absurdo tomar tales medidas en un planeta deshabitado), la llanura fue dejando paso a lugares con un terreno cada vez más inhóspito. Incluso la sensación térmica había descendido, aunque todos los aparatos de medición invariablemente señalaban lo mismo: 20ºC. Eso sí la humedad era de casi un 89%. Fue entonces cuando simultáneamente, a ese aparente descenso de temperatura, oyeron por primera vez ese molesto ruido. A decir verdad, más que oírlo, creyeron percibir una pequeña alteración de ondas sónicas que no estaban dentro de la frecuencia habitual de sonidos. Dicho de otro modo, la sensación era la de algún tipo de aparato eléctrico (un monitor o similar) recién apagado cuando ha permanecido encendido por mucho tiempo o como si hubieran estado escuchando música a un volumen inauditamente alto. Era impensable, por tanto, que se tratara de Santa Claus, el ordenador central de la nave, puesto que de allí salían todos los datos que recibían cada vez que consultaban coordenadas o temperatura en sus pulseras celulares. De hecho en ese momento, les indicaba también la presencia de ese anómalo eco.

Santa jamás había errado en sus cálculos y por eso se fiaron a ojos ciegos, de sus indicaciones espaciales que mostraban la procedencia exacta de aquel extraño rumor. Y así es como llegaron finalmente a aquella lúgubre zona. Durante el trayecto, por momentos se creyeron desorientados, puesto que por varias horas, el murmullo no volvió a sus oídos. No obstante, por más que consultaban… Santa siempre daba la misma respuesta: 63ºN (latitud) y 47º 32’ O (longitud) y a pesar del cansancio y de la incertidumbre continuaron en aquella dirección.

A continuación la pequeña Xeela tuvo que dar la razón a la mascota… tapándose con desespero los oídos presa de un dolor insoportable; generado por ese pitido silencioso y repentino que hendía la atmósfera. Luego tocó el turno a Madox, después a Irya, Çelrin y Rahim. Sólo entonces fue cuando el cielo se iluminó en una sucesión alocada de colores increíbles que dejaron paso a una lluvia de pequeñas borlas de cristal suspendidas en el aire. En su interior diminutas figuras aladas, atrapadas, reclamaban la atención de los niños. Ese extraño ruido por fin había desaparecido.

Hasta el momento habían viajado por diversos planetas del sistema, pero nunca habían encontrado nada similar. De sus múltiples exploraciones lo más destacable habían sido una extraña flor cantarina, que entonaba una peculiar melodía cuando alguien estaba triste o enfermo y tenía el poder de la curación a través de su canto o la extraña rosa azul que hacía cosquillas al contacto de sus espinas sobre la piel y que disipaba la sed a la vez que provocaba ese agradable hormigueo. También estaba el enjambre de abejas verdes y negras que en lugar de fabricar miel, como lo harían las abejas vulgares, elaboraban mapas a petición de su descubridor (en este caso de Madox); bastaba con solicitarles que a partir de un punto de inicio y una meta crearan una ruta o un mapa. No obstante, sin lugar a dudas, esto que estaban viviendo superaba todo lo que habían visto, experimentado o disfrutado hasta entonces y lo tenían ante sus ojos.

— ¿Qué son?-preguntó Xeela dirigiéndose a Rahim que era el mayor del grupo y poniendo en palabras lo que estaba en la mente de todos.

Rahim, no sabiendo de qué se trataba, buscó apoyo en su hermana Irya, pero ella estaba tan asustada como él. Miró luego al resto de sus amigos, pero ninguno dio señales de comprender qué era aquello y por toda respuesta se encogió de hombros. Lo peor es que Santa no era capaz de identificar tampoco qué o quién era aquello.

Por fortuna, la sensación de miedo que les había invadido al inicio, recién llegados al punto exacto, fue fugaz como un relámpago. En el preciso instante en que empezaron los extraños fenómenos en el cielo. De forma paralela, aunque no se percataron de ella hasta pasados un par de minutos, una hermosa música salida de ningún sitio con mil y un instrumentos, les sacó de aquel invasor sentimiento que acompañaba al zumbido precedente y les sumió poco a poco en una especie de sopor que acabó por desplomarles a todos en el suelo. Como sucediera instantes antes, con el rumor sordo que había erizado todos sus sentidos, también el sueño les sobrevino uno a uno; exactamente en el mismo orden en que momentos antes habían sido presa de aquel perturbador sonido. Sólo que esta vez lo hicieron a manos de aquella maravillosa e inesperada melodía. Empezando por Simón y siguiendo por Xeela, Madox, Irya, Çelrin y terminando con Rahim, uno a uno fueron cayendo dormidos.

Comentarios

  1. Me he emocionado como una tonta por la dedicatoria.
    Ahora cuando acabe de leerlo te comento más.
    Por cierto: X Files: Creer es la clave. AAAAHHHHH ¡¡¡No me lo pierdo ni "jarta"!!! Ojalá pudiéramos compartir el estreno. Jijiji

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  2. Me mola... SUSPENSEEE...
    Pero estoy mirando una cosa no vaya a coincidir que el ordenador de tu historia con incida con el de Caballo de Troya (JJBenitez).
    Lo miro y te cuento.

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  3. :-O

    Yo quiero saber más, quiero saber qué pasará ahora... XD

    Avísame cuando continúe por favor, jeje. En serio, que me has tenido enganchada desde el principio a este relato.


    Un saludo.


    Nessita

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  4. guaoooooooo... que bónito!!!
    es un relato muy prometedor, realmente tu imaginación llega muy lejos cuando se lo propone.
    Te doy la nota máxima a la espera de más entregas. Es un lujo leerte, de corazón.

    un beso, bonita

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  5. La música,dando ese aporte real en la ficción:seguridad ante el miedo,emoción ante la incertidumbre y cautivadora siempre ante el ser humano.
    Una bella historia que aún nos ha de desvelar su misterio :)

    Enhorabuena por la iniciativa y a seguir desarollándola que estamos a la espera!

    Un abrazo

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  6. Gracias a todos. Os garantizo que la historia terminará en un par de entregas más, tres a lo sumo, para que no canse demasiado. Lástima que con la frase de Níobe de esta semana no he podido encontrar la manera de continuarla. No obstante, prometo que si transcurre demasiado tiempo sin poder conectarla con las frases de El cuentacuentos que se propongan, optaré por publicarla igualmente en el apartado de Otros escritos y en Relatos XXL. Besotes.

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  7. De nuevo por aquí! :)

    Sí, Nahum me suena pero no recuerdo de qué libro era (he leído hasta el sexto pero ya fue hace un par de años)

    Muy bueno lo de las abejas que trazan mapas.

    Un saludo.

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