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UNA PROPINA DEMASIADO GENEROSA




(Dedicado a mi amigo Enrique, para que la vuelta al trabajo no te resulte tan dura. ¡Ánimo!)



"Quizás si hubiera sabido aquello no me levantaba" (Frase de Arielhz45 para El cuentacuentos).



Quizás si hubiera sabido aquello no me levantaba. Seguí la rutina diaria de desperezarme y alargar por diez remolones minutos mi permanencia en la cama, para no tener que enfrentarme a otro nuevo ciclo de trabajo. No recuerdo qué día de la semana era (de todos modos hubiese sido lo mismo): otra jornada más entre papeles, y teléfonos sonando continuamente; entre órdenes y contraórdenes; en medio de un caos perfectamente calibrado y todo ello frente a una pantalla de ordenador como mudo testigo de mis idas y venidas, como único amigo de confidencias (en la oficina sólo contaba con compañeros, colegas, nunca los consideré amigos). Continué como digo, el esquema de mis propias costumbres: fui al baño medio dormido aún, arrastrando los pies y el resto de mi cuerpo con el imperioso deseo de que aquella fuera una mañana distinta (¡Cuánto me arrepiento de haber formulado tal voluntad!). De allí me dirigí a la cocina y preparé mi poco original desayuno: leche, con tostadas y mantequilla, y una pieza de fruta. Desayuné sin ganas, sólo por puro instinto de supervivencia demasiado arraigado, y pendiente de un reloj que esgrimía su tic-tac como arma arrojadiza a mi perezoso actuar. Tuve todavía tiempo para hacer la cama y poner un poco de orden, antes de pegarme una ducha (siempre me levantaba con mucha antelación). Una vez vestido, cogí mi uniforme y lo metí sin mirar en la bolsa de deporte. Miré nuevamente el reloj, esta vez el del pasillo y resignado cogí las llaves y me encaminé al garaje.
Ahora que lo pienso sí que hubo una pequeña variación, apenas imperceptible, en mis hábitos: aún no había escuchado las noticias. Tampoco lo hice en el coche. ¿Para qué si sólo hablan de desgracias? Ignoro si escuchar lo sucedido me hubiera prevenido y yo hubiera actuado de diferente modo a como lo hice… Sólo sé que actué sin malicia y desde la completa ignorancia.
A mitad de mi recorrido, en un paso de peatones, creí ver una cara conocida. No logré en un principio ubicar en qué momento se habían cruzado nuestras vidas, pero él se acercó y me saludó como si me conociera de siempre. Yo le seguí la corriente (resulta un tanto embarazoso hablar con alguien que sabes que conoces, pero a quién no logras identificar en ese preciso instante) y comedido no pregunté su identidad. Tampoco hizo falta. Fue él quien comprendió mi azoramiento y me dijo quién era. Se trataba de Vicente, un antiguo compañero de la universidad, del que no había vuelto a saber nada desde entonces. Yo terminé la carrera, pero según contó, él lo dejó en el último curso justo antes de los exámenes finales. “Quise dar un nuevo rumbo a mi vida” me dijo. Quedamos en tomar algo esa misma tarde a mi salida del trabajo. “Bueno, al menos el día tendrá un nuevo aliciente” (pensé).
Efectivamente la mañana resultó más llevadera. Incluso mis compañeros parecían más amables y simpáticos aquel día. Alguno propuso ir a tomar algo al bar de la esquina. Me hice el despistado y salí con más ganas que nunca hacia el garaje, donde había dejado mi coche como cada mañana. Me chocó verle allí (no recordaba haberle dicho dónde trabajaba, pero podía habérselo mencionado y no recordarlo, así que no le di mayor importancia al asunto). Fuimos a un barrio de las afueras, poco recomendable por cierto, pero curiosamente tampoco aquello me previno de nada. Malcomimos en un tugurio que olía a grasa y a lejía en una mezcla imposible de olores, y rodeados de moscas que comían tanto o más que nosotros de cada uno de los platos. Quiso invitar él, pero al llevarse la mano al bolsillo de su chaqueta cayó en la cuenta que se la había olvidado en casa. Avergonzado me pidió que pagara yo. Y lo hice. Parecía conocer al dueño del local y eso me animó a dejar una generosa propina que desde luego ni el servicio ni el local merecían. Anduvimos por algunos locales más de la zona y en todos ellos le saludaban como a un viejo amigo. Yo no había decidido si ello me inquietaba o no y actué con toda la naturalidad posible, aunque a decir verdad si alguien desentonaba en aquel ambiente era un servidor. La última parada de ese día la hicimos en el supermercado de una gasolinera. Me dijo que necesitaba hacer algunas compras. Insistí en acompañarle (por el tema del pago) y él intervino diciendo que conocía a uno de los trabajadores del turno y que le fiarían, y que se sentiría incómodo si tenía que verse en esa situación conmigo observándole. No me convenció del todo su argumento, pero callé y me quedé en el coche. Salió como una exhalación del pequeño comercio lo cual llegó a asustarme, pero no le vi perder la compostura en ningún momento a pesar de su celeridad en los movimientos y le acerqué a su casa sin sospechar nada. Nos cambiamos los teléfonos. Mejor dicho: le di mis números. Él adujo estar pendiente de que le instalasen la línea fija (no tenía móvil) y no creí que mintiera. Tampoco se me pasó por la cabeza que el portal donde le dejé, ni siquiera fuera su casa...
Regresé a casa y satisfecho, por primera vez en años, hice un balance positivo del día. Es curioso cómo un pequeño detalle puede trastocar nuestra monotonía… Me desvestí y me metí en la cama, sin cenar y sin hojear el periódico como acostumbraba a hacer por las noches antes de acostar. En su lugar retomé la novela de Dostoievski que tenía abandonada desde hacía meses. En algún momento de la lectura me sobrevino el sueño y en el duermevela acerté a apagar la luz. Dormí como un bebé.
La mañana siguiente me levanté de inmediato. Antes incluso de que el despertador sonara yo ya estaba despierto. Fui al baño, desayuné, me duché, hice la cama… En fin lo de siempre, pero con un humor excelente. Me sobraba más tiempo del habitual y viendo que el día era espléndido, me aventuré a hacer algo a lo que no estaba acostumbrado: ir andando al trabajo. Compré el periódico en un quiosco a dos manzanas de mi casa, y una vez frente a la puerta de la oficina, a media hora de comenzar a trabajar, me senté en un banco y leí. En portada y con grandes rótulos aparecía el siguiente titular: “El ladrón de las gasolineras ataca de nuevo. Esta vez no ha dado el golpe él solo.” Quise seguir leyendo pero de la nada salieron tres hombres que me acorralaron. No me dieron opción a reaccionar, ni a protestar. Curiosamente entonces, y sólo entonces, comprendí lo sucedido. ¡Yo era el otro que había ayudado al delincuente más buscado del país!, yo era el incauto que había pagado su comida y sus cervezas y que le había ayudado a huir de la gasolinera. Sólo acerté a preguntar (esperando no oír la respuesta): “Díganme, ¿el trabajador de la gasolinera… está muerto?”. “Sí, listillo. ¡No finja que no lo sabe!”

Comentarios

  1. toma ahi!!! hasta el de la gasolinera muerto, si es que no le falta ningun detalle a tu historia!!!
    yo te dejo una sujerencia, cambiale el color al texto ya que con el fondo oscuro hay veces que no se puede leer tan bien como yo esperaba, por lo demas genial!
    bessos!

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  2. Recojo gustosa tu sugerencia y ya he cambiado el color. Es verdad que queda bonito cuando se ve la "vista previa" pero falla sobre un fondo tan oscuro. ¿No escribes esta semana Wannea?

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  3. Anónimo9/9/08 03:18

    Aquel ínfimo detalle,desapercibido tal vez,pero suficiente para cambiar todo el destino de una vida.Y posiblemente de condenar otras.
    Muy buen trabajo y bien llevado.
    La naturalidad del personaje anhelando ese momento que cambie su vida.Y como consigues que aparezca formando parte de la rutina diaria,una leve variación en ella y zas!
    Atrapado en su deseo de cambio.
    Y para nada se hace extenso el relato!
    Un abrazo!

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  4. Anónimo9/9/08 17:04

    ¿Pero no decías que era largo? :P Pues a mí se me ha hecho muy cortito (quería más...). Sin darme cuenta había terminado de leer.
    A mí la historia me ha gustado mucho, ahora sólo espero que a tu amigo le ayude en su vuelta al curro! ;)

    Un besote!

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  5. Mi querida cosonante favorita, el relato está francamente bien estructurado. El comienzo denota cierta cadencia, que se supera a medida que se va desarrollando la trama de la narración. El factor sorpresa del final está realmente muy bien conseguido. Esto es fundamental en todo buen micro relato. Mi enhorabuena. Has conseguido engancharme.

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  6. El final ha sido completamente desconcertante!! Me ha gustado muchisimo!! Éstá contada con muchísimo dinamismo, desde el primer momento sabes que va a pasar algo pero no te imaginas qué... genial, genial. Un aplauso para ti!!

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  7. ¡Increíble final e impactante! Si es que hay veces, que no sabemos ni con quién nos cruzamos, incluso a veces pasa tb con los conocidos, que creemos conocerlos bastante bien y nos confiamos y luego... ...nunca se sabe exactamente lo que se puede esperar.

    Me gustó mucho :)

    Saluditos.

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  8. Gracias por vuestros elogios, pero también me gusta la franqueza si consideráis que algún relato adolece de algo me lo decís, por favor... Estoy aprendiendo y a base de fallos es como se logra. Gracias a todos, pero sobre todo a los nuevos visitantes, espero veros por aquí cuando gustéis. Un abrazo.

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  9. Madre mia lo que puede desencadenar el perder la rutina del día a día...

    Me has tenido enganchado a la historia en todo momento y me ha encantado. El final es sorprendente y cierra la historia de una manera magistral.

    Un abrazo.

    P.D: Como soy tonto no te tenía agregado a mis enlaces en el blog, sino te importa pongo un enlace ya mismo.

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  10. Siempre estamos huyendo de la rutina y para una vez que se cambia algo es para mal, esto no es nada bueno..... Has escrito una bonita historia de anhelos con final trágico, si ya lo dice la famosa frase: cuidado con lo que deseas porque se puede hacer realidad.
    Me has enganchado desde el principio aunque presagiaba que algo malo rondaba en el ambiente, pero bueno espero que ello no nos haga seguir luchando contra la rutina general.
    Ciao.

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  11. ¡Uf! Que bárbaro!Cómo se pueden complicar las cosas en la vida. A veces, hacemos algo sin mala intención y mira.

    Un besito.

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