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INTIMIDAD ROTA


Frase de Anónimo: "Se le olvidó la contraseña y no pudo acceder a la información."


(Dedicado a mi amigo Enrique, aficionado a la novela negra, en un vano intento por intentar emularla, aunque no lo consigo ni de lejos. ¡Felicidades con un día de antelación!)


Se le olvidó la contraseña y no pudo acceder a la información. Por más que tecleaba, en pantalla invariablemente aparecía el mismo mensaje de error. Miraba nervioso el reloj y a la puerta que había a su espalda, por si el guardia nocturno había cambiado sus hábitos de las últimas tres semanas de forma repentina; afortunadamente a su alrededor el silencio lo envolvía todo. El único sonido era el ruido de sus dedos nerviosos sobre las teclas y el vuelo de una mosca revoloteando por todo el despacho.

Llevaba más de diez minutos de intentos fallidos y era cuestión de segundos que el sistema se bloqueara de forma definitiva y saltara la voz de alarma en la central. Desde ese mismo instante sólo tendría unos escasos minutos para abandonar la instalación, yéndose con las manos vacías, pero lo que era peor con el orgullo herido y a sabiendas de que habría duras represalias contra él y los suyos. El temor atenazaba cada uno de sus músculos y le costaba respirar. Había intentado aparcar en un rincón de su cabeza la escena que había vivido en su casa horas antes y que había sido la causa directa de su estado de ansiedad actual. Intentó sin ganas y con las esperanzas quebradas, acceder a lo que buscaba con una contraseña sencilla y sorprendentemente el ordenador dejó paso a la página de “Metrópoli”. Para alguien ajeno al proyecto, todo aquello no sería más que un complicado galimatías con nombres, jerarquías, mapas conceptuales, planos y complicadas fórmulas y símbolos. A él todo aquello le traía sin cuidado. No le importaba en absoluto de qué se trataba aquel confuso plan llamado “Metrópoli”. Ansiaba simplemente copiar en el pen-drive la información de uno de los archivos que figuraba con el nombre de “alquimia”, tal y como le habían pedido y salir de allí cuanto antes. Y unas pisadas, escaleras abajo, sólo contribuyeron a avivar ese deseo. Era cuestión de supervivencia. Le habían chantajeado vilmente y se debatía entre el honor y el miedo. De momento vencía el miedo a que ellos cumplieran sus amenazas. Mientras el ordenador reconocía el pen-drive insertado en uno de sus cuatro puertos U.S.B 2.0, rememoró con todo lujo de detalles el asalto por parte de aquellos seis hombres, armados y enmascarados, a su lujoso chalet de las afueras de la ciudad. Desde el primer momento les ofreció dinero y joyas creyendo que con eso aplacaría a aquellos esbirros de la mafia y lo rechazaron de plano. Ni siquiera fingieron un leve interés cuando colocó sobre la mesa un cheque en blanco, firmado con trazo inseguro pero perfectamente legible. Temió por la vida de los suyos: su hermosa esposa embarazada de tres meses y por los dos pequeños David y Ángela, y brindó por su audacia (sintiéndose a salvo a cambio de dinero) antes de cazar al oso. Revisando esos recuerdos, hizo mecánicamente el proceso de retirar el Flashdisk del puerto donde lo había conectado previamente, una vez hecha la copia en el pequeño hardware de 8 GB y lo guardó en el bolsillo interior de su chaqueta. A continuación apagó el ordenador y la pantalla, como si aquello fuera lo más normal del mundo y sólo estuviera terminando una dura jornada de trabajo algo más larga de lo habitual. Se había demorado mucho más de lo previsible y seguramente no estarían aguardando ya en la parada de autobús que había a la entrada del polígono industrial tal y como le habían dicho, para cuando él llegara. “No esperaremos” le habían repetido varias veces. “Si a las 02:25 no estás allí, regresaremos a tu casa y ten por seguro que no volverás a verlos con vida”. Quizá eso le dio alas. Venció su vértigo, arraigado a lo más profundo de su carácter desde siempre, y saltó al exterior por la ventana que quedaba más próxima al escaso jardín que hacía las veces de pulmón en aquel intrincado mundo de naves industriales y almacenes. Se golpeó y se raspó con unos arbustos, pero su corazón dictaba en ese momento sus pasos y corrió cuanto pudo a pesar del tobillo dolorido. La noche fue su aliada y nadie notó su presencia. Nadie… salvo el perro. Se había olvidado por completo de él. Restaban apenas cinco minutos para la hora acordada y aún quedaba el tramo más duro. Ellos habían pensado en su plan inicial que lo mejor era esquivarlo y así se lo comentaron, pero la precipitación le había llevado derecho hasta él. Ahora sólo dependía de su suerte y de sus piernas. Al principio el animal se limitaba a gruñir y mantener la mirada fija en Salvador en un eficaz gesto de amenaza. Pronto la hostilidad se hizo más patente y los gruñidos fueron acompañados de ladridos y babas, de zancadas cuadrúpedas que le acercaban más a la muerte y al fracaso, y a una despedida repentina de una familia que lo había sido todo para él. No fue capaz de moverse del sitio. Sus pies estaban pegados al suelo, con el pegamento del miedo. Cerró los ojos y gritó, pensó en los suyos y creyó pronunciar sus nombres. Sintió las dentelladas de la bestia en sus ropas y luego en su piel. El desgarro de sus músculos se superponía al ruido de sus gritos, de sus alaridos y su dolor. El perro zarandeaba el cuerpo de su presa como si se tratara de una muñeca de trapo con la que se había hartado de jugar. Donde antes había estado su rostro manaba un líquido caliente que en su escasa cordura identificó como sangre. Seguían las sacudidas y el sufrimiento no conseguía acabar con su vida. “Despierta, cariño” oía que alguien decía. La voz era extraña lejana y al mismo tiempo muy cercana y cálida. Un nuevo empujón más imperioso que los anteriores, le devolvió la consciencia. Entreabrió los ojos respirando agotado y una mano de mujer, con una alianza de oro blanco en el dedo anular, apretó con fuerza su mano temblorosa; la misma que había perdido al contacto con los colmillos del doberman y ese simple gesto le devolvió el sosiego y el consuelo. De su rostro manaron lágrimas de agradecimiento, silenciosas y puras en una cadeneta interminable de recuerdos por los buenos momentos vividos junto a los suyos y por la alegría de no saberlos perdidos.

Comentarios

  1. Un relato que ayuda a romper el encasillamiento de la novela negra con un escenario y época concreta.La tecnología tiene tambien su hueco en el género junto a los gangsters,el secuestro,y demás elementos.La emoción de los pasos,la parada del bus,el miedo,y a diferencia del épico el antihéroe que puede morir.
    Tu final le salva de una muerte segura a él como a su familia.
    Y ahora? No nos dejes así!!
    Ha de hacer lo que soñó?
    Muy buen relato Sechat,un abrazo!

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  2. No sé si le pasará a alguien más, pero me sabe a poco el relato... o, mejor dicho, me ha gustado tanto que creo que sería muy acertada una segunda parte. La historia tiene potencial.

    Pd. Ya he solucionado el problema bueno, más bien se ha solucionado solo. Ha estado un rato inaccesible y al final me ha dejado leerte... menos mal!!

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  3. coincido con sara, es una historia genial que se te queda un poco con ganas de saber más... si la siguieras... calmarias un poco mi curiosidad. jajaja

    un saludo
    muy bueno el relato

    Malvi

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  4. Os agradezco vuestra presencia al otro lado de la pantalla y por supuesto vuestra opinión. Me gustaría cumplir la petición que sale de todos vosotros, pero de verdad que me la planteé como una pesadilla y no le veo continuidad. No obstante, si se me ocurriera algo lo haré saber. Todavía estoy con lo de Nahum (la segunda parte es demasiado extensa y no muy emocionante, así que tengo que retocarla antes de cumplir mi "promesa"). ¡Ufff, cuánta responsabilidad! En fin, gracias a todos/as y un abrazo.

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  5. Me gustó muchísimo tu relato. Creía que ya iba a ser nefasto el final, que iba a morir, que todo iba a ser trágico, que se perdería la familia... ...me tuviste en vilo, desesperanzada ya por el final en el que todo le salió bien pero, luego... ¡sorpresa! Esos sueños que a veces nos juegan malas pasadas. Y cuántas veces en la vida nos pasa algo pésimo, o nos sentimos fatal, en un día patético, etc. y querrías que fuera un sueño... ...él tuvo mucha suerte.

    Saludines y felicidades ¡super chulo que te quedó el cuento!

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  6. Me ha gustado como has introducido el relato negro en el mundo moderno. Estamos demasiado acostumbrados a encasillarlo en los años 40, los gangsters y los relatos de espias seudo bond. Una gran idea.


    Un saludo,


    Pedro.

    Ps: tus dos blogs me dan un error bastante extraños en la cabecera.

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