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LA GALLETA DE LA SUERTE

“Lo más importante, querida, es vivir una vida fabulosa sin importar cuán larga es” (Frase de Freddy Mercury propuesta para nuestra historia esta semana en El Cuentacuentos). El mensaje de la galletita de la suerte no puede ser más explícito ni más elocuente. Se avergüenza de su vida. Mira nuevamente el papel y a su compañero de mesa. Ella le sonríe forzada mientras él lo hace de forma generosa, con la misma ilusión que un niño. Eso le hace sentirse aún más culpable. La punzada de culpabilidad taladra su corazón y su conciencia. Cuanto más le mira más intensa es la sensación de traición que se cierne sobre ella y que le quema el alma.

Ella le quiere pero no de el modo que él pretende. En cuestión de minutos él se arrodillará en un gesto, que de tan ensayado, eliminará todo el romanticismo, y entonces ella le romperá el corazón diciéndole que no. ¿Cómo suavizar un no a ese tipo de pregunta? No caben las medias tintas, ni los eufemismos…

Cinco, seis, siete… Diez minutos y allí siguen haciendo puro teatro. Ella fingiendo no saber porqué están allí y él fingiendo que se trata de una cena normal, como tantas otras. En realidad para sí mismos saben que esta noche va a cambiar sus vidas, pero en uno y otro caso los motivos de ese giro, que cada uno sopesa, son bien diferentes.

Quince minutos y… ¡Bingo! Él la coge de la mano y le habla con dulzura. Ella intenta zafarse de la caricia, pero sus manos están presas en las de él. Quisiera derramar mil lágrimas, detrás de otras mil y detrás de otros cientos y salir ahogada de allí, alejándose de un amor que no puede corresponder. De ese amor que él le entrega a diario sin condiciones, sin tapujos, mientras ella se confiesa espantada que está haciendo vivir a ambos una cruel mentira.

— ¿Quieres casarte conmigo, Noelia?— le sudan las manos al decirlo, pero la sonrisa no se le borra de la cara. Es su huella de identidad allá donde va.

Los labios de ella enmudecen en un silencio cómplice con su estado de ánimo, con esa insultante culpabilidad que le acompaña desde hace meses y que sabe que le acompañará por mucho tiempo.

Él espera paciente con el color verde esperanza prendido en cada poro de su piel, con una rodilla en el suelo y las manos de ella bien sujetas entre las suyas. Interpreta el silencio como un momento de timidez repentina y en su fuero interno sonríe aún más por ello. En el vasto comedor les miran desde las otras mesas. Unos lo hacen con envidia soñadora, otros con nostalgia y otros simplemente los miran asombrados o divertidos.

Los segundos se convierten en minutos y los dos imaginan su futuro. Ella sin él a su lado, pero siendo feliz junto a quien de verdad quiere; y él junto a ella, tal y como ha soñado siempre. Noelia se ve feliz junto a Mario, aunque ni siquiera ha tenido el valor de decirle a éste lo que siente por él; incluso a riesgo de quedarse desamparada en una soledad que desconoce. Una soledad sin David, su novio desde hace ocho años, y sin Mario, su compañero de trabajo, porque no sabe si él siente lo mismo hacia ella. Por el contrario, David, su querido David, ése al que está a punto de arrastrar al cataclismo en unos momentos, ése que le ha dado todo y al que ella le responde con esta ofensa, sólo sueña con un mañana en que ambos estén juntos. Con discusiones como en toda pareja, pero también con esperadas y ardientes reconciliaciones. No obstante, ella se siente cada vez más lejos de él. De ése que ha sido su niño desde hace tanto que casi no se acuerda, pero sabe que en el fondo lo mejor es sincerarse. Se lo debe a los dos, a lo que una vez han sido, pero sobre todo a él y a sí misma.

Noelia no resiste más y explota. Gime en un sollozo sincero y liberador. Ahora es David quien calla. Quisiera consolarla, pero comprende que ése no es un llanto de felicidad. Siente que es la ruptura, el adiós definitivo a un maravilloso proyecto que se ha quebrado en pequeños trozos antes de ser puesto en marcha. El peso de la verdad abre un abismo bajo sus pies, y sus manos caen yermas a cada lado de su cuerpo. Tiemblan sus brazos, tiemblan sus hombros, todo su cuerpo se mueve en un temblor sombrío y maldito. Incluso la tierra, antes firme, parece agitarse bajo sus pies en un quejido desgarrador.

Desde las otras mesas, comprendiendo lo que sucede, retoman sus conversaciones o se mueven inquietos en sus asientos compadeciendo al pobre chico de ojos grandes y brillantes y de la sonrisa de anuncio. Le ven como un rey destronado, traicionado por quien ha sido su mano derecha. Le compadecen, pero ellos regresan a sus platos, a sus copas y a sus pequeñas y grandes conversaciones, y retoman sus vidas exactamente en el mismo punto donde las dejaron antes de que él se arrodillara. Mientras a escasos metros de ellos… el suelo tiembla.

Lo que ves aquí escrito es original e inédito. Si te gusta, disfrútalo desde el blog, pero no lo copies, por favor. Pertenece a mi propiedad intelectual, si lo hicieras estarías dañando mis derechos de autor. Gracias.

Comentarios

  1. Pobre David...pero Noelia ha sido valiente con ese llanto. Él ha de comprenderlo. Aún así, es probable que su futuro con Mario no sea tal. Asi es la vida...

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  2. Guau, buenísimo. Me has atrapado totalmente en lo irresoluble de la situación...

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  3. Vaya momento!!! He visto al pobre chico todo verde de esperanza...ay Sechat, me has hecho recordar un momento que viví en un restaurante. Presencié una petición de separación y lo que tu has descrito, te aseguro, es lo que presencié, tanto en los comensales como en los protagonistas.

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  4. ¡AY!, que bonito y que amargo, la vida a veces puede ser tan cruel, complicada y dolorosa, y lo digo por ambos, tanto para ella como para él.
    Es precioso el escrito, saludos

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  5. Esta historia me suena... hace poco a una miga le pasó eso... y no es agradable para nada, después imagino que a la pobre muchacha la cordura le volviera y de verdad se diera cuenta de que su Amor está en aquel chiquillo que arrodillado le pedía amor para siempre.. quizas ella estaba confusa.

    Muy bonita y real la historia, lo cierto es que estas cosas están a la orden del día

    besos

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  6. en primer lugar gracias por la bienvenida!!
    bonita historia. nunca se me habría ocurrido enlazar esta frase con unas galletas de la suerte. muy original. yo también me he visto en ese comedor y he presenciado toda la escena a través de tus palabras.
    un saludo.

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  7. En apenas dos,tres segundos a lo sumo,el destino de dos vidas lo atrapas en un bellísimo relato que parece suspender en el aire esos segundos hasta completar su lectura.
    El como nos haces conocer de antemano que va a suceder y sin embargo dotarlo de esa emoción,suspense,y fuerza hasta el final.
    Muy bueno!Un abrazo

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  8. Que poca falta hacen las palabras cuando los gestos hablan...
    Me gusta la parte final, cuando todo sigue su curso... como si no hubiese un corazón roto en el restaurante.

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