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NO ME GUSTA QUE ME MANIPULEN

Frase de Alma azul: "Hace tiempo comprendí que más vale la pena pensar en uno mismo"

“Hace tiempo comprendí que más vale la pena pensar en uno mismo. Suena egoísta pero es así. Cuando la vida te ha dado tantos palos que tienes miedo a volver a levantarte, cuando el miedo se cierne a tus ojos y dispara las alertas… no te queda más remedio que hacerte el duro.

“Durante años he buscado la aprobación de toda la gente que se ha ido cruzando en mi camino, prescindiendo de mis propias necesidades. Encerrándolas en algún viejo baúl del que perdí la llave. He cumplido rigurosamente con mi papel de estudiante, de amigo, de amante, de hermano, de vecino o de esposo… Y la vida, en cambio, no me ha devuelto más que dolor y traición (que al fin y al cabo vienen a ser lo mismo).

“No comprendo a esos que dicen: “Yo no quería”. ¿A quién tratan de engañar? No son más que un atajo de cobardes que ponen de manifiesto su mayor aprensión cerrándose en banda al no querer admitir su debilidad. Sí lo hicieron. Lo hicieron y son tan culpables como el que les instigó la idea. Es tan culpable quien maneja el puñal como quien mete esa idea en la cabeza al autor material del asesinato.

“Por eso es que he vivido solo desde hace tanto tiempo en esta buhardilla. Quiero que mis actos los decida yo a cada momento. Aunque sé que inevitablemente alguien querrá alterar mis pasos para moverme en una u otra dirección. Además es más cómodo comportarse así que el tener que dar explicaciones sobre el porqué has actuado de esa manera y no de otra a cada minuto.

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“Fue un flechazo a primera vista (me refiero a lo de este piso). Yo vengo de un país del este y no resulta fácil adaptarse a nuevas costumbres, nuevo idioma… En la buhardilla vi desde el principio, el reflejo del hogar que había dejado en mi país y no lo dudé. A los dos días, como quien dice, estaba firmando las escrituras. No de forma muy legal que digamos, pero a todas luces la buhardilla era mía.

“Luego la conocí a ella. Empezamos a salir. Y una cosa llevó a la otra. Nos casamos y ahí empezaron las desgracias. Acostumbrado a mi independencia no pude soportar su afán de conocer cada uno de mis movimientos. Me sentía asfixiado. La quería sí, pero no pensé que el amor fuese eso. Ni que el matrimonio fuera la moneda de cambio que le dan a uno para decirle que es tonto y que no tiene iniciativa, ni sueños, ni libertad, ni capacidad de decisión. Es cierto que nos casamos por formalizar mi situación legal, pero también hubo amor. Al menos por mi parte. Por la suya no lo sé. Si yo me sentía asfixiado, ella se sentía enjaulada. El caso es que el afecto desapareció y con él el respeto.

“La atracción que había existido entre ambos se diluyó. Hasta que no quedó nada de ella. Ni siquiera de nosotros. Yo cambié y ella también o quizás no y siempre fuimos así, pero no habíamos revelado nuestra propia naturaleza hasta entonces. Fuere como fuere un día ella se marchó. Recogió sus maletas y sin nota de despedida dejó que cada cual desanduviera el camino de su vida y soltara el lastre que había cargado durante los años de convivencia. No hubo lágrimas, ni peticiones de reconciliación, ni melifluos adioses. Y se lo agradezco. Si no se hubiera ido ella, lo habría hecho yo. Era cuestión de tiempo que aquellos cimientos se derrumbasen.

“Seguí mi camino, tal y como ella había demandado en su huida. Y con el tiempo y el apoyo de mi fiel amiga, superé su marcha. Poco a poco todo quedó reducido a recuerdos, y más tarde a cenizas. Jamás pensé que volvería.

“Una noche, al regresar de mi trabajo, la encontré apoyada contra la puerta del piso. Pasé de tomarla por una ex-novia celosa, a tomarla por una drogadicta o por alguien que había bebido más de la cuenta. Todo en milésimas de segundo (yo tampoco estaba demasiado sobrio). No la reconocí hasta que no vi el leve destello del anillo en su mano. Tenía el cabello más oscuro (tal vez de su color natural, aunque ya asomaban algunas canas) y algo más corto. Su rostro era el vivo retrato de alguien al que el balance de la vida le sale negativo. No me pareció ni tan siquiera atractiva. Me miró. Nos miramos. No sabía cómo reaccionar y supuse que lo más correcto era invitarla a pasar. No eran horas para estar hablando en medio de la nada. La impresión o tal vez las prisas acompañadas de la semioscuridad que había en el descansillo, impidieron ver las maletas hasta que ya estaban dentro junto a nosotros.

— He vuelto para quedarme, Dmitry, nunca debí marcharme— me dijo.

“Me reí con descaro. Con notoria frialdad, para ahuyentar la vorágine de sentimientos que estaba viviendo en ese instante. Pero sobre todo para herirla, para pagarle con su misma moneda: la indiferencia. Pensé en echarla en ese mismo momento, pero rectifiqué y consideré que podría ser divertido. En vez de ser dos, como en los últimos tiempos, seríamos tres. Ella con sus duras experiencias (a juzgar por las arrugas en su piel), y mi amiga y yo. Se conocían ya, con lo cual me ahorré las presentaciones.

“Ella, antes rubia y guapa, se sentó en el único sofá de la casa. Supongo que esperando una respuesta o creyendo que mi risa era producto de los nervios y de la sorpresa, y no del infinito desprecio que me inspiraba su presencia. Por supuesto no hubo palabras por mi parte.

“Mi amiga y yo nos sentamos. Yo en una de las sillas que había alrededor de la mesa de la cocina-salón y ella sobre la mesa. Ambos nos miramos pacientes. Fueron miradas cómplices… y comenzamos a hablar como si ella no estuviera. Sabía que le molestaba que la ignorasen, y por eso lo hice. Quería que sacase su rabia, su frustración, sus reproches y que me dejara. Que nos dejara, como lo había hecho otra vez. Quería que ésta fuese de verdad la definitiva. Quería estar seguro de que jamás volvería a verla. Y bebí. Bebí hasta perder el conocimiento y la noción del tiempo.

“La resaca siempre me despierta malhumorado y ésa no fue la excepción, por supuesto. Por la mañana al incorporarme en la silla, ésta y mi espalda crujieron a la par. Cuando recompuse mis ideas miré hacia el sofá. Allí estaban sus dos maletas abiertas. Dejando al descubierto un mundo de pertenencias y de prendas que un día llegué a amar y que ahora lejos de parecerme fetiches, me resultaban burdos payasos de feria.

“El piso era pequeño y echando un rápido vistazo comprendí que no estaba. Sin duda había salido a comprar leche, huevos o pan.

“Coloqué la silla, que había hecho de cama durante la noche, frente a la puerta principal. Expectante por verla entrar y aclararle que las cosas habían cambiado y que no existía un nosotros y que jamás volvería a haberlo.

“A los veinte minutos aproximadamente entró cargada con un par de bolsas repletas de comida, productos de limpieza y de verduras: los puerros se apreciaban a simple vista. También la barra de pan.

“Dejé que fuera a la cocina y que colocase las cosas. Y la miré con resentimiento y con odio, con lujuria y menosprecio, con repulsa y con asco. Le hablé en el mismo tono feo, seco y humillante que se había alojado en mi alma el día de su marcha y me sentí más libre que nunca. Por fin, me movía mi propia necesidad y me había liberado de las ataduras de la cortesía y los convencionalismos. Por fin era yo. Miré a mi amiga tendida en el suelo que dejaba escapar sobre la alfombra el poco líquido que se alojaba aún en su interior metálico tras mi borrachera nocturna. Me giré nuevamente y sin teatro, con la cara y las manos al descubierto disparé. Fueron tres balazos uno tras otro, dirigidos directamente al corazón y a la cabeza. Al primer impacto, certero y eficaz, su cuerpo convulsionó y ella (o lo que quedaba de vida en ella) retrocedió un paso ante la inercia del movimiento y cayó. Luego le siguieron los otros dos disparos tan contundentes como el primero. Pero para hacerlos tuve que levantarme y avanzar hacia ella, tropecé sin llegar a caerme, pero llegué hasta ella. Di un puntapié a su maltrecho cuerpo y rematé la faena. Dos y tres… La sangre salió a borbotones empapando su blusa, su abrigo, la encimera, el suelo, las bolsas de la compra, los azulejos e incluso a mí.

“No me molesté en ocultar su cuerpo, ni tan siquiera fingí que aquella pistola fuese de otro. Me limité a aguardar a que la noche arrastrase todas las pesadillas que trae el día, ahogándolas en cerveza y en vodka (tenía varias botellas bajo la cama de reserva, por si alguna vez tenía invitados). Supongo que me rendí al sueño y a la modorra. Cuando desperté en mitad de la noche estaba confuso y aturdido. Bajo mis pies un líquido viscoso se empeñaba en pegarme al suelo de manera insistente, lo mismo pasaba con mis ropas y mis manos pringosas como el babero de un bebé al que uno intenta dar de comer algo que no le gusta. Jugué nuevamente a manifestar mis sentimientos de rabia, dolor, resentimiento y abandono. Y coroné la cabeza de ella con los puerros, mientras no dejaba de reírme. Fue el mayor hallazgo. Mi risa lejos de ser clandestina como hasta entonces, era una risa de auténtica alegría. Una risa de liberación que me había sido negada durante años. A modo de moraleja aleccionadora escribí con bastos trazos rojos sobre el cristal de la puerta de uno de los armarios de la cocina:

NO ME GUSTA QUE ME MANIPULEN

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—Y así es como sucedió todo, agentes. Soy peligroso, porque soy un hombre libre. Por eso les he llamado. El ser humano no está preparado para la libertad— termina el hombre de rasgos caucásicos, su confesión. En su mirada se adivina el aplomo de quien sabe lo que ha hecho y no tiene remordimiento alguno.

Uno de los agentes le toma huellas, más como mero trámite burocrático que como prueba incriminatoria. Todo encaja. Todo está tal y como él les ha indicado por teléfono hace unas horas. Aún está en el suelo, entre el sofá y la mesa, la petaca metálica que el sujeto señala como “amiga”. Y en lo que parece ser el dormitorio la pestilencia a alcohol y las botellas tiradas corroboran sus palabras. A pesar de su veteranía, no deja de impresionarle la fría resolución que tienen algunos en su mirada. Este tal Dmitry, sin duda es de los más calculadores que se ha encontrado jamás. Hasta su confesión es más propia de un thriller de Stephen King que de la vida real. ¿Será libertad lo que le ha impulsado a cometer tal atrocidad?

Comentarios

  1. No sé que decir. Desde el principio me ha sorprendido el relato, marabilloso sin duda. He de decir que me identificaba con los primeros párrafos de la historia, en lo de buscar la aprobación durante años y querer romper con todo eso... pero visto el final casi me da miedo... jeje
    Felicidades por un gran relato, un saludo

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  2. Puf, sin palabras me has dejado. Aún no entiendo por que volvió!!! Tanto dependemos de los hombres, especialmente de los que peor nos tratan? :(

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  3. Fabuloso el relato.

    (Una pregunta: ¿Cómo aparecen en "enlaces a esta entrada" los links a mi blog? Yo no los coloco. ¿Lo haces tú? ¿Y cómo? En otros blogs veo que también aparecen links a posts míos (y a otros blogs), pero no entiendo cómo funciona esto. ¿Me lo podrías explicar? Gracias :)

    Saludos!

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  4. Caótica Sara: Esos primeros párrafos hablan un poco de mí y mis inseguridades. Todo magnificado por supuesto. El resto no tiene nada que ver con la vida real. No al menos con la mía... ¡Qué conste en acta eh! (ji,ji).

    Estoy contigo Miriam: quería que cada cual decidiera el porqué de esa vuelta. Por eso no lo especifico en el relato, pero sí mi idea era un poco dejar entrever que la inmensa mayoría de las veces las muejeres agredidas por sus parejas no denuncian y perdonan una y otra vez.

    Martikka: si te refieres a la columna lateral es uno de los gadgets de blogger. Aparece como "Lista de blogs". Pero creo que tú ya lo tienes, así que si no es eso... no sé a qué te refieres. ????

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  5. Cazadora de Palabras me gusta como escribes, tienes una buena idea que trasuntas en los hechos de lo que debe ser un cuento; por eso, si me permites (y no te ofendes) me gustaría hacerte unas pequeñas observaciones, según mi no muy claro criterio.

    Primero, resulta obvio que el hombre está confesándose; por eso, creo que la referencia directa al oficial, debería haber aparecido antes, por ejemplo, para pedirle un cigarrillo.

    Por otra parte, el final no llega a convencerme. Todo el relato está en primera persona y lo terminas en tercera. Pienso que después de escribir la frase, deberías haberlo concluido con una breve reflexión del sujeto, tú dices:
    "Y así es como sucedió todo, agentes. Soy peligroso, porque soy un hombre libre Por eso les he llamado. El ser humano no está preparado para la libertad..." Luego, pasas a la tercera.
    A mí, me hubiera gustado un final tipo: "Y así es como sucedió todo, agentes. Soy peligroso porque he comenzado a actuar como pienso..."
    o "he comenzado a liberar mi pensamiento..."
    Ojo, estás frases son sólo aleatorias. Pero fíjate que el párrafo que sigue, es, al menos en parte innecesario.

    Lo que más me ha gustado, por otra parte, es la fluidez del relato, se deja leer sin requiebres, lo que es estupendo. También, la triquiñuela de la amiga, ¡muy bien!

    Bueno, si quieres pásate por mi página, y "devuélveme las gentilezas" ;)

    Saludos.

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  6. De los mejores relatos que te he leído Sechat!
    Abordas un tema tan sensible y fuerte a la vez bajo ese punto de vista de que es ella la que decide meterse en la boca del lobo, de que es él la "víctima" que sufre y revive las humillaciones pasadas,de que aquella "provocación" justificaba la venganza.
    Lo terrible es que consumada ésta esté tan tranquilo declarando, hablando de libertades y aguardando una condena que no concluirá por buena conducta.
    Y aquí es ficción, pero desgraciadamente la realidad supera a la ficción.
    Un relato magnífico!
    Enhorabuena, un abrazo!

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  7. Conforme con las observaciones Gabril B. Ese párrafo lo añadí al día siguiente, porque dejé la historia a medias y tienes razón era algo que no me acababa de cuadrar. Pretendía ser un juego de angaño al lector, pero no me salió bien. Te visito en cuanto pueda.

    Ninive: gracias por tus comentarios, tus visitas y tu presencia siempre.

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  8. Sechat, me refiero a "los enlaces a esta entrada" debajo de tu post. No entiendo porqué aparecen links a mis post en algunos blogs (!)

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  9. Ahí sí que me has pillado Martikka. No sé de qué me hablas ni cómo se hace. Lo miro en el tuyo y lo comparo y a ver si averiguo de qué me hablas y cómo se hace (ji,ji). Besos

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  10. Aquí mismo, bajo los comentarios, verás que pone "enlaces a esta entrada", pues yo veo un montón de enlaces a temas de mi blog y también veo otro de Nityayang. Hay ocasiones en que veo pocos enlaces y a veces, como hoy, más. En algunos otros blogs que visito, sucede lo mismo, pero en otros no. ¡No entiendo nada! :)

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  11. Te juro por Dios que yo en pantalla no veo nada de eso, aunque voy a investigarlo, porque creo que puede corresponder aunque uno se suscriba o no a las entradas de un blog. Quizá tenga que ver también con los blogs que sigo. No sé... me has dejado ojiplática (ji,ji)

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  12. "Y así es como sucedió todo, agentes. Soy peligroso, porque soy un hombre libre. Por eso les he llamado. El ser humano no está preparado para la libertad"... qué gran verdad, Sechat. Describes muy bien situaciones internas, con valentía y claridad.

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  13. Genial... me ha encantado, pero en especial los primeros párrafos.
    Y es que es algo muy común -sabe Dios por qué- en el ser humano el buscar la aprobación de los que le rodean y, al final, ese deseo frenético acaba por acabar -valga la redundancia- con uno mismo.

    ¡Muchas gracias por la bienvenida!

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