Frase de Yandros para El Cuentacuentos : "El sol se apagó, y nadie estaba preparado para la oscuridad".
El sol se apagó, y nadie estaba preparado para la oscuridad. El viejo no reaccionó hasta pasados unos instantes, cuando el griterío se hizo insoportable. Inlcuso a aquella altura en la que se encontraba, se escuchaban los alaridos de hombres, mujeres y niños. Se asomó entre asombrado y enfurecido por la ventana del torreón, dispuesto a acallar a quienes así gritaban, pero vio el espanto en los ojos de aquellas personas y frenó su impulso. Los había que miraban a lo alto aterrados, otros lloraban desconsolados, otros rezaban y otros muchos huían despavoridos sin saber bien hacia dónde. Absorto en sus investigaciones y con el embotamiento a que nos vemos sujetos a menudo tras períodos prolongados de actividad intelectual, le costó comprender que aquello era el gran acontecimiento que estaba aguardando.
Tomó atropelladamente unos fragmentos del carbón de la chimenea y ensució deliberadamente la lente más externa de su aparato de visualización, a modo de filtro, para evitar sufrir daños en su ya deteriorada vista.
Se sentía pletórico. A juzgar por los aspavientos del fraile en medio del patio, los que estaban abajo no opinaban lo mismo que él sobre aquel fenómeno. Rememoró a su tan idolatrado Tales de Mileto (el más famoso de los Siete Sabios de Grecia) que logró predecir a los jónicos el eclipse solar del año 585 a.C y repitió para sí, una de sus citas favoritas: "Lo más grande es el espacio, porque lo encierra todo".
(***)
William, atribuyó aquella extraña oscuridad a alguna de las ánimas o de los siniestros monstruos que habitaban en el bosque. Se replegó asustado, buscando cobijo en su recién abandonado refugio y lloró como un niño, pidiendo perdón una y mil veces a dios por sus faltas. Agazapado y totalmente solo, se sintió más frágil que nunca y deseó con todo su ser, no haber robado aquellos mendrugos o al menos haberse entregado cuando aún podía hacerlo. Comenzó a echar de menos todos los detalles del día a día que no valoraba en absoluto, e incluso sintió nostalgia por las acaloradas discusiones con el capataz cuando lo pillaban ganduleando bajo la sombra de algún árbol. Su memoria hurgaba en su pasado a una velocidad asombrosa, poniendo en primera línea de su pensamiento los momentos en que debería haber pedido perdón a los suyos y no lo había hecho. Entre los recuerdos que más dolor le causaron, estaban aquellos en que aparecía feliz junto a sus padres o aquellos en los que la muerte llegó a su casa llevándose consigo primero a su madre Agnes y luego a su hermana Elisabeth. Lloró desconsolado y rabioso por no haberles mostrado su afecto, ni su ternura antes de aquello. Se arrepintió también de su reacción al saber que Gael, su padre, no había podido soportar tanta tristeza por las muertes de las dos mujeres que tanto amaba y había decidido morir voluntariamente en el incendio de la choza. William dolido por lo que consideró una cobardía, no asistió al sepelio. Desde aquel mismo instante dejó de creer en dios, como también en los espíritus o en los demonios de los que tanto hablaban las viejas o los muchachos para asustar a las chicas o a los más pequeños. Desde entonces hasta ese extraño suceso celeste... Atemorizado, sin saber a qué se debía aquello, ni cuánto dudaría o si lograría sobrevivir, se sintió insignificante frente a la grandeza del mundo. Su respiración entrecortada denotaba el desasosiego propio de quien sabe que va a morir, la desesperanza de quien no tiene abrazos o besos que le arropen en sus últimas horas.
Cuando el temblor de su cuerpo, producido por el miedo, le dejó sin fuerzas, la claridad había vuelto al mundo brindándole una nueva oportunidad. Se santiguó agradecido, aunque con gesto torpe, puesto que casi nunca asistía a la iglesia. La vaga idea que se había abierto paso en su cabeza sobre lo de ir en dirección hacia la nueva catedral en construcción, apareció con más fuerza que nunca. Si había de expiar sus pecados, aquella era la mejor de las maneras.
(Continuará...)
Nota: Me he tomado ciertas libertades históricas, como la mención de un posible telescopio, cuando en realidad el primero no se fabricó hasta varios siglos más tarde y el fenómeno de este eclipse que no coincide con la fecha real. Espero que sepáis perdonármelo.
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Vaya, tendré que buscar un hueco para leerme las tres entregas anteriores jejeje
ResponderEliminarGenial narrativa, un saludo!
Gracias Yandros por la visita y el comentario. Siempre es agradable ver caras nuevas y saber que gusta lo que uno escribe. Un abrazo.
ResponderEliminarCada vez mas intrigante. Me tienes en ascuas
ResponderEliminarPude por fin leer las dos últimas partes.
ResponderEliminarUna tercera descriptiva en muy buena y fluida narración consiguiendo abarcar en la cuarta la propia exigencia de un relato que va ampliando el escenario a medida que avanza, y encajando muy bien las frases del Cuentacuentos sin que la obra pierda su hilo junto con un entorno histórico que la impregna de leyenda.
Cada personaje es un camino que vas recorriendo sin desvelarnos cuando o donde se encontrarán y el libro conserva su misterio y la quinta parte nuestra atención!
Un abrazo!