Salgo de casa tras pasar cinco horas con Mario entre cuadernos y escopetas. Han sido horas intensas de recuerdos y llantos. Al salir a la calle Daniel, el mochuelo, camina por delante y parece abrir el camino hacia la eternidad a su padre y amigo, Miguel Delibes; los perros de caza corren eufóricos, pues presienten perdices y conejos cerca. Estamos en plena ciudad, pero aquí huele a campo y a chimenea... a lo lejos la sombra alargada de un ciprés otea desde el horizonte y vela por las maravillosas luces y sombras del campo vallisoletano.
En el recorrido pasamos por delante de muchas casas y el frío de este duro mes de marzo se nos mete hasta los huesos. Tras las puertas y ventanas se adivinan miradas furtivas que quieren despedirse del hombre sencillo y los dueños de esas miradas para adecentar sus humildes hogares, echan a escobazos a las ratas. Estamos en el barrio de Los santos inocentes y aquí la dignidad es el pan nuestro de cada día por el que se lucha a tortazos.
El cartero, el loco como le llaman por aquí, vocea por la calle y sale a nuestro encuentro. En su carrito postal hay un paquete que nos entrega y que reza: "cartas de amor de un sexagenario voluptuoso". Miguel, el hombre sencillo, el guardián del castellano como lo han llamado acertadamente algunos, sonríe divertido al recibir el petate y evoca a su querida señora de rojo sobre fondo gris. Yo sonrío forzada, pero es una sonrisa amarga anegada de lágrimas con sabor a tristeza y agradecimiento, porque sé que este camino es el único al que no estoy de momento invitada a hacer completo con él y es mucho lo que le debo como lectora. Los raíles del tren indican que estamos próximos a la estación. El tren sermonea con su ruido al silencio y a la paz que hasta ahora anidaba en nuestros corazones, sabiendo que Delibes estaba hasta ahora con nosotros, arropándonos con sus inconfunibles personajes y sus entrañables libros. Pero eso se acabó. Ya no habrá más hojas rojas, ni primaveras de Praga, ni herejes que quemar en nuestras hogueras al pasar las páginas de sus novelas.Ya somos huérfanos definitivamente y es que como él solía decir: "Se mueren los buenos y quedamos los malos".
Gracias, Miguel.
Supe que fue el escritor de quien se llevó mas obras al cine español, sus textos son tiempo, viento, campos, profundidad, cercanía, multitud y ausencia, almas inocentes y culpables, nunca hizo falta decir ¡corten! porque rueda, sigue rodando, una película sin fin: Delibes.
ResponderEliminarPrecioso homenaje ¡Un abrazo!
¡¡¡Qué bonito homenaje!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por ser capaz de hacernos recordar parte de sus obras enlazándolas en una de tus historias cortas.
Besos desde Fuenla
CARLOS:
ResponderEliminarDices bien, además de ser un autor muy prolífico, su narrativa es tan descriptiva que a cada momento sientes a los personajes de sus novelas revoloteando alrededor cuando lees. Es una sensación maravillosa. Recomiendo sinceramente: "Señora de rojo sobre fondo gris", un título inspirado en su mujer y que es un canto al amor más hermoso. Un abrazo.
Mo:
ResponderEliminarGracias, de corazón. Lo improvisé dejándome llevar por los sentimientos encontrados de pena y agradecimiento hacia él y su obra. Me agrada comprobar que en general ha gustado. Besotes.