Como tantas otras noches, no puedo dormir. Me asomo al balcón de la tristeza y me espanto al descubrir en la calle, un cuerpo sin vida. Quiero gritar para pedir ayuda, pero ni soy capaz de chillar ni nadie socorre a la víctima. Tampoco mis pies se mueven para acercarme a ese suicida que pronuncia lastimero tu nombre corrupto. Es entonces cuando descubro la verdad: soy yo misma la que yace inerte. Y soy yo la que exhala su último aliento, despidiendo embadurnada en mi propia sangre, este amor imposible abocado al fracaso. Te invito a que pasees por las letras de mi otro blog: www.cuentosrecienhorneados.blogspot.com