“Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma”. Frase para El Cuentacuentos.
Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma. Pero a la vez sentía miedo por el reencuentro y culpabilidad. Cuando aquella estrella fugaz cruzó el cielo, me aferré a mis fantasías de niña y le pedí un deseo. Pocas horas después de aquella petición al firmamento, yo estaba en la calle bajo la nieve, deambulando como en sueños, susurrando a mis manos aturdidas por el frío mi necesidad de volver a verte para poder despedirnos, aunque muy en el fondo no quería tal despedida. Bajo la ventisca y el frío me comportaba como una histérica que había perdido el juicio, y sin embargo pocas veces he estado tan convencida de estar haciendo lo adecuado.
Nunca hubo un abrazo o un beso que nos dijera que aquel lejano veintitrés de diciembre iba a ser el final, porque en aquella última ocasión que estuvimos juntos, sólo hubo reproches impulsados por mis celos. No soportaba la idea de saber que hacía varios meses habías recogido en Madrid a una chica en la carretera y la habías llevado hasta Málaga, punto de destino de ambos, y que desde entonces habías seguido en contacto por teléfono y carta con ella. Lo peor de todo aquello es que supe de su existencia gracias a ti: tú mismo me confesaste en un alarde de sinceridad y valentía lo que sucedió en aquel viaje. Confiado en la inocencia del suceso insististe en que no había pasado nada entre vosotros de lo que tuvieras que arrepentirte o avergonzarte y me hablaste de María por primera y última vez, pero el diablo de la inseguridad tiene garras muy profundas y sabe bien cómo herir la confianza… ¿Te acuerdas? Te insulté hasta que no me quedaron ni aliento, ni voz. Tú te marchaste con un portazo provocado no por el enojo, sino por la decepción de ver que yo había sido incapaz de creerte ni de confiar en ti. El esperado mensaje de móvil mostrando arrepentimiento se demoró tanto que nunca llegó, ni de mi teléfono ni del tuyo y aquel silencio fue la mayor de nuestras más acaloradas discusiones, porque le sobrevinieron otros silencios más aterradores que tuve que sobrellevar en soledad. Sin embargo, no pasa un día desde aquella fecha en que no reviva tu voz o tus caricias sobre mi piel. Ni un suspiro sale de mi cuerpo sin que éste revele atribulado la huella de tu nombre en mi vida. Desde que te fuiste mido el tiempo en lágrimas, suspiros o promesas que aún están por cumplir (de ésas que uno hace al otro cuando tan solo aspira a recoger su felicidad en un álbum de fotos conjunto), hasta el café con leche ha perdido su aroma y sabor. Y por supuesto no es lo mismo cocinar para una persona que para dos.
A menudo no me reconozco en el espejo, no tanto por el paso de los años en mi rostro o cabellos, como porque mi mirada es pesada y hosca cuando siempre fue intensa y alegre a tu lado. Desconfío de mí misma, de mi propio reflejo, ya que no es más que el vestigio de un pasado relegado al olvido que acorralado en mi cuerpo ni puede regresar ni debe hacerlo, por más que mi mente lo reclame a cada instante. Cada arruga y cada milímetro ojeroso bajo mis párpados es una disculpa que no salió de mis labios a tiempo; un “te quiero” silenciado por mi orgullo; un mañana solitario en la línea de mi destino. Cada minuto que transcurre sin ti es una mancha que mancilla mi karma; un pájaro que perdió sus alas; un ángel que no encuentra el camino hacia el azul cielo de tus ojos; mi brújula-vida que perdió su norte…
Por eso tuve que salir. La casa con cada una de sus cuatro paredes me asfixiaba como nunca y tenía que comprobar con mis propios ojos que lo que se iba contado por el barrio no era mentira. Tenía que corroborar que las flores que cada aniversario llevaba al mismo rincón de la carretera no estaban allí sin motivo, aunque el pretexto resultase equivocado.
Aguardé durante horas, hasta que la nieve me convirtió en un bulto blanco y entonces te vi actuar. Saliste de la nada y con la naturalidad de cualquier otro joven (tu apariencia seguía siendo la de tus treinta años recién cumplidos), al tiempo que un coche se iba aproximando, levantabas el pulgar haciendo la señal del autoestopista.
No quería creerlo, pero allí estabas tú apenas a doce metros de mí y tan distante, tan tú como siempre y a la vez tan diferente. Recé al viento, recé a la nieve, recé a dios porque aquel coche no parase y por que en realidad no fueras tú quien estaba haciendo aquello. Volví a buscar estrellas fugaces que escucharan mis plegarias, pero no hubo manera. Sucedió lo inevitable: ellos pararon y te recogieron. No sé qué les dijiste, pero apenas cien metros más alante el coche se estrelló. Tú resultaste ileso: los muertos no pueden morir dos veces, y desde mi particular palco de honor vi como las almas de aquellos inocentes abandonaban sus cuerpos, ensangrentados e inertes, sin que yo pudiera hacer nada por socorrerlos; extenuada por la culpa de seguir queriéndote a pesar de ser testigo de aquella inexplicable situación y aturdida por no haber evitado el siniestro, ni tu propia muerte en su día.
Desde entonces es así cada noche. Tú sales de entre la niebla y yo pasiva, enmudezco ante el nuevo accidente que sé que va a suceder en unos momentos. Hace mucho que no me contemplo en el espejo y que no pienso en el pasado, pero por fin he comprendido que hay deseos que resultan peligrosos si se cumplen. Ahora simplemente aspiro a conducir una noche por esa carretera, a recogerte, morir de tu mano y a que por fin estemos juntos como siempre debimos estarlo, aunque no haya fotografías que nos ayuden a mantener el recuerdo de lo que fuimos, porque sí, ahora yo soy tan culpable de esas muertes como de seguir queriéndote por encima de todo y merezco fallecer por esta sinrazón que me ata a ti más allá de la vida y de la cordura. Es más, prefiero condenar mi alma compartiendo una eternidad deslustrada contigo, a que mi vida siga su triste curso como lo estaba haciendo hasta hace poco, sin poder formar parte de esa guerra tuya que tienes contra el mundo, pero sobre todo contra mí porque no supe leer la verdad en tus ojos un fatídico veintitrés de diciembre de hace ya casi veinte años. Prefiero mil muertes en mi conciencia y sumar la mía a esa lista negra, si con ella me reconcilio contigo y obtengo tu perdón.
Si lees estas líneas escritas sobre la nieve, antes de que la nevada las borre, acércate a mi coche como lo has hecho en otras ocasiones a otros vehículos y conductores, yo abriré la puerta del copiloto y quizá no tengamos que volver a echarnos de menos nunca más.
Por si aún no lo sabéis el Cuentacuentos ha regresado y seguro que esta vez es para quedarse. No os perdáis de vista los relatos de los cuentistas, ni perdáis la ocasión de formar parte de esa familia cuentera. Un besazo. Os leo.
ResponderEliminarP.D.: no me deja reprogramar la entrada, así que muy a mi pesar la dejo ya visible en el blog.
Lo he leído dos veces, Sechat.
ResponderEliminarQué tortura de culpa y amor!!!
Te lo vuelvo a decir: has dado un gran giro en tu escritura y me gusta mucho.
Besos
Un relato increíble y que me ha sorprendido con ese final, no pensé que el muchacho hubiese muerto, simplemente que con aquella bronca se había roto todo lo demás...
ResponderEliminarTambién es casualidad que la fecha de tu relato, ese 23 de diciembre, me traiga a mí recuerdos de otra ruptura, que no acabó tan mal, pero que también fue dura...
Un placer volver a leerte.
Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.
Nadie tendría por qué irse antes de tiempo, si su tiempo no ha acabado pero, por otra parte, comprendo al personaje.
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato. Muy sentido y espero que no sea verdad.
Super chulo. El amor, más allá del mundo físico.
Bona nit :)
Pues me alegro de las trastadas de Blogger porque así he podido leerla antes XDDD ¡¡¡Menuda vuelta de tuerca a la archiconocida leyenda urbana!!! (lo dejo así para no "espoilear" mucho XD) Además no me he visto venir el giro hasta que lo he tenido frente a las narices jajjaja ¡enhorabuena !!!
ResponderEliminarUn besazo
De paseo por los cuentos de los lunes, muy interesante historia, me ha gustado mucho. Nos vamos ilusionando y leyendo.
ResponderEliminarMundoyás
solo puedo pensar "ójala que no nieve nunca".
ResponderEliminarIncreíble.
;)
Vaya, verdaderamente me he quedado sorprendido, gratamente sorprendido. Ya me estaba gustando el relato cuando no me había enseñado hacia donde iba, así que con el giro que le has dado, me ha enganchado mucho más.
ResponderEliminarEs un placer recuperar viejas buenas costumbres, como es pasar a leerte. Que el viaje no acabe en la siguiente curva,
SdlH
Madre mía, Sechat, es un relato desgarrador. Ha habido un momento que con lo miedica que soy, he pensado si seguir o no leyendo, pero no podía parar, quería saber qué pasaba hasta el final y me he atrevido. Nunca deja de sorprenderme la de vueltas que puede dar una frase. Hacía mucho que no pasaba por aquí y, como siempre, ha sido un gustazo leerte.
ResponderEliminarBesotes!!
me he liado, no tengo muy claro el momento de su muerte. Lo que al principio creí que era todo debido al rencor, a una muerte sin serla, luego está claro que sucedió, pero no sé si esa misma noche de los actos o después.
ResponderEliminarpd:aún así, agradecerte desde ya el apoyo en el reintento. al final seguimos aquí de una forma u otra.
besos
Impactante. De hecho me ha impactado tanto que voy a volver a leerlo para volver a sorprenderme.
ResponderEliminarUn placer leerte esta semana :)
Pero no te habia comentado ya? si ya lo habia leido! jeje, se ve que se me va la bola, y menos mal que venia a responderte a tu comentario! No se que (intenté) decirte cuando lo lei, pero me ha encantado, original, y con ese toquecillo que me mola a mi!
ResponderEliminarY lo de la Fergó, me sorprende un montón, no eres la primera que me lo dice! jaja, aunque hacia ya tiempo que no lo hacía nadie. Pues me tendrías que ver en persona! jaja, es coña, no me voy parecido pero ya sois muchos!
Besotes
Un final que no me esperaba y eso me gusta. Las sorpresas al final siempre me dejan muy buen sabor de boca, porque yo voy imaginándome algo que al final no resulta ser y con eso me sorprendo y me deja ganas de más.
ResponderEliminarUn placer venir por aquí.
Te dejo besos y polvo de Hada.
Ja, ja, Ananda... lo peor de todo es que ese giro del que me hablas me está llevando a mis orígenes y eso me da la sensación de que no he avanzado nada en este tiempo ;)
ResponderEliminarBesotes.
¡Hola Niobiña!: la verdad es que la idea de que él estuviese muerto surgió a medida que escribía y me pareció tan buena que no quise ni pude descartarla. El 23 de diciembre es una fecha de cierto peso en mi vida, sí, por eso la elegí.
ResponderEliminarBesotes.
La historia no es real, por supuesto, Esther, pero quería darle ese toque de nostalgia y misterio y la muerte de él me pareció el mejor de los modos. Un besote.
ResponderEliminarMe has cazado, Angelical, que quería que el chico estuviese muerto lo tenía más o menos claro, lo del autoestopista surgió después je, je.
ResponderEliminarBesotes.
Un placer tenerte por aquí, Mundoyas. Habrá muchos lunes más como éste, ya lo verás.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ja, ja... Sara, es una forma de verlo desde luego, pero la nieve también puede ser maravillosa eh...
ResponderEliminarBesotes.
SdlH,
ResponderEliminarel viaje acaba de comenzar. Te aseguro que siempre que pueda compartiré vagón con vosotros. Un placer tenerte en mi blog y mucho más saber que has vuelto.
Besotes.
Gracias, Sara, el gusto es mío por tener tantas visitas y comentarios je, je y por supuesto por escribir de nuevo para El Cuentacuentos. ¡Cuánto echaba de menos hacerlo!
ResponderEliminarBesotes. Nos leemos.
¡Ups, Jara! Voy a releerlo por si acaso, igual sí he metido la pata un poquito en lo de la explicación de cómo o cuándo se produjo su muerte.
ResponderEliminarP.D.: soy yo la que ha de estarte agradecida. Sé que sin ti el Sdlh no hubiera despertado. GRACIAS.
Malena, no lo releas mucho por si encuentras todos los fallos que se me han escapado y deja de gustarte tanto je, je.
ResponderEliminarBesotes.
Larisavel, gracias por tu visita y por disipar la duda... Tenía un come, come increíble. No obstante, me reitero tenéis los mismos ojos y la misma intensidad en la mirada.
ResponderEliminarUn placer tenerte por aquí y mucho más descubrir que te ha gustado lo que has leído.
Besotes.
Inesperado giro de algo que parecía banal en un principio.
ResponderEliminarLos lunes siempre son distintos, cuando estan llenos de historias, una alegría leerte.
Un saludo.
Un maravilloso bucle invernal tiene lugar en algun punto kilométrico entre el norte y el sur. El tiempo, ya imposible de recuperar, mas veloz que la nieve que cubre las palabras congeladas aquel fatídico día, recorre tu relato con los números asignados a las próximas muertes que se suceden a la sombra del una trágica y de gran expresión dramátrica, historia de amor.
ResponderEliminarUn abrazo!! Nuncajamás sin Cuentacuentos y siempre ambos juntos ;)
No es ningún secreto que me encanta como escribes (aunque no tenga perdón de dios por no haber pasado por aquí desde hace tanto tiempo...) pero es que cada día me sorprendes más.
ResponderEliminarMe encanta el giro final que nadie se esperaba y el misterio de no saber muy bien qué pasó o cuándo...
Mi enhorabuena :) Nos seguimos leyendo.
Besos!!
Que historia más dura! Creo que has conseguido transmitir perfectamente la angustia del personaje, la culpabilidad y la impotencia. Enhorabuena!
ResponderEliminarMe encanta!! Todo lo que sea mezclar una leyenda urbana con un relato de tristezas y nostalgias tiene mi aprobación. Y me gusta como acaba, la verdad. Entre las dos opciones que se plantean, pues sí. Y acompañarle en las noches que le queden de penitencia? Solo como idea jeje.
ResponderEliminarUn beso, nos leemos!
Aarón
Me ha gustado bastante este giro de la chica de la curva.
ResponderEliminarKarma para ti.
Estupendo. Tienes uno de los cuentos de la semana. Esta revisión del mito de la chica de la curva es interesante por la perspectiva. Yo hice lo propio hace unos años, pero en lugar de narrarlo desde la perspectiva de un observador ajeno, lo hice desde el punto de vista del muerto. Estupendo cuento, sigue así.
ResponderEliminarBrian E. Hyde
Gracias, hada, un placer volver a recuperar las palabras para El Cuentacuentos.
ResponderEliminarBesotes.
Larefors, un placer leeros y teneros por aquí.
ResponderEliminarBesotes.
Carlos, gracias por visitarme. El frío y la tragedia pueden envolver una historia de amor, sólo basta con prestar atención je, je.
ResponderEliminarBesotes.
Atenea, un honor que descanses entre mis letras y éstas te gusten.
ResponderEliminarNos leemos. Un besazo.
Gracias, Pistachita, a veces el amor puede ser una condena a muerte si se está lejos... sólo quería intentar explicarlo de esa manera.
ResponderEliminarBesotes.
Aaron, ésa es precisamente la idea final de mi relato: se quedan juntos por siempre, pero ella aguarda el momento en que sea él mismo quien le arrebate la "vida" y compartan esa eternidad en las sombras.
ResponderEliminarBesotes.
Gracias, Popi, es una leyenda urbana que da mucho juego ji, ji.
ResponderEliminarBesotes.
Ja, ja, Bryan, estuve tentada de hacerlo también desde esa perspectiva, pero no pude.
ResponderEliminarBesotes.
Gracias por recomendarme, pero mi historia no lo merece más que otras.
Nena: BRUTAL!!!!!
ResponderEliminarNo tengo nada más que decir (Schuster).
Me has dejado embobado cuando ha salido el chico de la curva.
Escribes bien, pero que muy bien. Como dice Brian: tiene todos los números de ser una de las historias de la semana.
Espero volver a leerte el lunes que viene.
Besos.
Hell.
La caja es tuya :) ¡y de relatillo nada!
ResponderEliminarSeguro que es un placer leerlo.
La entrada me surgió viendo a dos personas que hablaban por el móvil en un bar, y el caso es que lo hacían a gritos :)
A veces este mundo se expresa mas tecleando que hablando. De hecho no sabría decirte mas que simplemente la escribí y antes que me acechase lo que me ha evitado publicar muchas le dí a publicar sin mas. Y voilá :)
Un abrazo!
*Me encanta los libros de la pareja de protagonistas
Hell, me halagas, pero aunque a mí me han gustado especialmente algunos, no me parece justo mencionar sólo a esos, cuando está claro que había una sed terrible por publicar para El Cuentacuentos. Esta semana todos merecemos ser "Historia de la semana" por más que tengamos nuestra propia quiniela de favoritos.
ResponderEliminarUn besote. Te leeré con gusto y descuida que no faltaré a la nueva cita semanal.
Carlos, gracias por tu generosidad. Siempre estás presente en este blog y acudes raudo en cuanto publico algo. Además eres doblemente generoso concediéndome la posibilidad de hurtarte la imagen.
ResponderEliminarLo de relatillo lo dije, porque tengo idea de hacer un micro... A ver si le doy forma y lo escribo en estos días.
Un besazo.
0.0 wooooooooooooooowwww!!!!! increible!!! que fuerte! que fuerte! que fuerte! en que momento se muere el muchacho??? en que momento se convierte en un espiritu asesino??? que subidón de adrenalina mientras leia, me ha impactado mucho, como mezclas toda esa locura con el amor, ese amor tan profundo que te hace ver y sentir cosas indescriptibles
ResponderEliminarbessos!!
Ja, ja Wannea, no es para tanto, mujer, el chico muere la noche en que ella y él discuten (temo que no haya quedado suficientemente claro) y el resto... no lo puedo desvelar. Tenéis que atar cabos vosotros mismos je, je.
ResponderEliminarBesotes.
Ay, Sechat! Qué relato tan sentido, tan bonito y amargo a la vez. De esos que inevitablemente deseas que al final del relato se descubra que sea todo un sueño y sean felices para siempre! Me ha encogido el corazón, tanto que solo tengo ganas de estrujar a mi marido en mis brazos!
ResponderEliminarEnhorabuena, de verdad!