Clama la ventana, clama.
Al golpe de cuatro piedras
se despereza y te llama.
Piedras que abrirán camino
encuentros, amores y olvidos.
Asomas por la ventana,
su marco viejo se queja
del oscuro y frío invierno
y la noche se nos pierde
(mientras reímos y hablamos)
asustada y nerviosa,
temblona e insegura...
detrás de aquellas montañas.
Este poema está inspirado en una de las ventanas de la casa de mi abuela. Con las sucesivas reformas el encanto de sus marcos de madera y su contraventana ha desaparecido, pero cuando paso por delante de aquella casa, a menudo recuerdo aquellas maravillosas piedras que me despertaron alguna noche.
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