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¡Maldita primavera!

Enciendo la televisión y la primera escena es un encuentro altamente sexual entre los dos protagonistas de una conocida serie. Me pregunto si realmente están fingiendo en la pantalla, porque la verdad es que sus gestos son demasiado logrados por muy profesionales que sean ambos actores. Cambio de canal y esta vez se me presenta en toda su fogosidad el ritual de apareamiento de una pareja de ornitorrincos. Opto por apagar la televisión y encender la radio. Parece un programa de esos de debates. Nunca me han interesado demasiado, pero seguro que aquí nadie habla de sexo. Me desconcierta escuchar de boca de uno de los ponentes que el cerdo es el animal que goza de los orgasmos de mayor duración. Envidio a la cerda y maldigo mi mala suerte.

Abro un libro y comienzo a leerlo, pero no consigo concentrarme y leo y releo varias veces las mismas líneas. Ese olor que llega hasta mi nariz y que tan familiar me resulta, está logrando romper esa paz que parecía haber logrado al decidirme por la lectura. Entonces comprendo que lo que me huele es a sexo y no veo a nadie en metros a la redonda. Sigo olisqueando y el olor se hace más y más intenso, como queriéndose hacer notar y corroborar su presencia real. La humedad en mis braguitas me hace comprender la totalidad del enigma y decido finalmente abandonarme. Me ayudo de la televisión, pero esta vez por más que quiero ponerme cachonda, no hay más que insulsas series de humor y aburridos concursos o debates; por su parte en la radio, han decidido ponerse de acuerdo todas las emisoras y hablar de deportes, política o música. Estoy tentada de bajar al videoclub a por una película X, pero sé que el calentón tengo que sofocarlo antes. Llamo a Claudio, pero no me coge, así que suplo un amante real por uno imaginario con el mismo ímpetu que el ornitorrinco y en esa fantasía me imagino a mí misma emulando el orgasmo de una cerda. No hay suerte. Ni una ni otra cosa funcionan.

Sigo oliendo a sexo, pero me he quedado a medias y la imaginación no me estimula, así que decido pasar por la ducha. Tras refrescarme con el agua fría, y algo más serena, minutos después el hecho de escuchar el traqueteo de la cama de mis ruidosos vecinos de arriba y el ulular del palomo que corteja a las palomas en la plaza cercana, despiertan de nuevo mis hormonas y me noto otra vez caliente. ¡Maldita primavera!

Comentarios

  1. Lo escribí hace algunos días, espero que nadie se escandalice ;)

    Besotes.

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  2. Sechat, la puta ley de Murphy...Es que nunca falla la jodía!!!

    Besos ***

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  3. ¡Qué razón, Ananda! Murphy y sus leyes no fallan nunca ji, ji.

    Besotes.

    P.D.: Gracias por el regalillo, guapi.

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  4. Hermoso blog, y todo lo que escribes.


    besitos

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  5. Lluvia, gracias por tu inestimable visita.

    Un besote.

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  6. Kaixoo!
    Me encantó el ritmo que le imprimes a la narración, ese in crescendo infrenable, y aunque parezca contradictorio mi comentario diría que hasta refrescante, porque si maldice la primavera, aquí con 35º a la sombra, y ese radar de viento que es la sábana de la vecina en el tendedero, tan quieta que parece de escayola, este humedo momento aisló del calor mientras duró su lectura :)

    ¡Un abrazo!


    Nada como sexo en el interior de una nevera :)

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  7. Carlos, la verdad es que no envidio para nada el calor que pasais por allí abajo. Eso sí lo del frío de la nevera, si lo cambianos por un iglú quizá resultase una buena solución je ,je.

    Besotes.

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  8. Me parto contigo, Sechat, jajjajjajja pero ¿qué le pasaba a tu imaginación, amiga, cómo se te ocurre pensar en esos momentos en el ornitorrinco o en la cerda? No me extraña que la lívido se fuera al traste y no quiero imaginarme la bajada en ese estado al videoclub... suerte que hoy en día la mayoría son de cajero automático (bueno, suerte o más bien desgracia, porque el tío del video club se habría podido poner las botas jajjajaja!!)

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