Me pongo en peligro
cada vez que arribo a tus orillas.
Mi corazón escurre lágrimas rojas
que navegan por mis venas.
Tu sabor dulce me amarga,
sala mis pensamientos y mi vida.
Al otro lado de mi cuerpo
y de mis entrañas,
está el delta de tu figura,
hecha carne y fuego,
rosa y sangre.
Y las corrientes me arrastran
hasta ti...
siempre hacia tus rocas y ensenadas
tan tiernas como afiladas.
siempre hacia tus rocas y ensenadas
tan tiernas como afiladas.
Mi varadero,
mi puerto,
mi norte,
mi frontera
y nuestra meta...
Amor con mayúsculas.
Te invito a que pasees por las letras de mi otro blog:
Bueno, en fin... espero que me perdonéis estos versos tan peculiares. Baste deciros que estaba escuchando hace unos instantes un documental sobre el Delta del Ebro je, je.
ResponderEliminarP.D.: el próximo poema hablará de lagunas ;)
Esa manera de ponerse en peligro es una delicia, no conozco otra mejor, aunque duela a veces.
ResponderEliminarEl delta te ha quedado ni que bordado jajaja
Besos
Gracias, Ananda, eres muy generosa ja, ja. ;)
ResponderEliminarBesotes.
Duele y es necesario ese dolor.
ResponderEliminar