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- PALABRAS: 347
En mi vida y en mi cabeza hay todo un universo de lechos de espinas. Pequeños homenajes a los “no lo soporto” de mi pasado y que, en lugar de volar libres, han hecho trinchera en mi interior, recuperando su fuerza de vez en cuando como el trueno que te despierta en medio de la noche.
Y así, cada arruga de mi rostro me recuerda un dolor, una incomodidad no superada del todo que me devuelve de nuevo a la tierra baldía del enojo.
Y ese viaje regresivo… no sé… significa volver a sentirme insignificante dentro de mí misma. Porque no soy yo quien dibuja el paisaje, es él quien empuña el carboncillo sobre mi memoria y mi alma. Y me siento lienzo en blanco, manchado de figuras que no le pertenecen ya y que, sin embargo, siguen latentes y trazan caminos de colores serpenteantes y también oscuros sobre mi piel.
Mientras, mis vestidos, desde sus perchas, hablan sobre las miles de cáscaras de hombre que he ido escondiendo tras ellos, para ser quien debí ser desde mi venida al mundo.
Y me busco en frecuencias y sintonías que ya no conectan conmigo por completo, porque cambiar es existir. Hasta que la realidad del reloj, en plena lucidez paranoide, me da su golpe de gracia y me señala con el dedo. Y ahí estoy, frente al espejo, insufriblemente vacía y ausente, porque en el fondo… soy nada. Una piel hueca, rellena de piedras que la ciencia llama huesos, pero que ansía vivir lo diferente, llegar lejos, aunque el tiempo marque que estoy más cerca de la vejez que de la juventud.
Y cuando escucho los aplausos tras la puerta de mi camerino, mis ojos se desperezan del letargo por la coca del cenicero de cristal.
Voy a estallar como si fuera a convertirme en supernova. Porque aquí, al otro lado es otra la historia. Y lo ideal, a menudo, tiene cierto regusto de tristeza no superada. De energía autodestructora. No es fácil ser tú misma y subirte a un escenario dentro de un cuerpo del que reniegas.

P.D: pido disculpas si esta entrada no se lee correctamente. Tenía en el editor de las entradas varios códigos HTML y CSS desde hace años, pero han desaparecido de manera inexplicable. Así que se desconfiguran tipografías, tamaños de texto, se alinean mal ciertos elementos, etc.
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Es válido no compartir los gustos musicales.
ResponderEliminarBastaba tener en cuenta los títulos, que es lo que hiciste.
Escribir puede ser catartico, lo noto en lo que escriibiste.
Un abrazo.
Hola Rebeca, un muy buen aporte a la propuesta jueveracde esta semana. Un gusto leerte. Abrazo
ResponderEliminarMuy bueno Rebeca, me gustó mucho esta confesión actor al, es muy realista! ROSANA
ResponderEliminarRebeca yo creo que con tu historia has dejado volar a todos tus “no lo soporto” que anidan en tu memoria, escribir es la mejor manera de poner alas a las angustias. Te felicito por tu historia has logrado superar el reto de Demiurgo de manera maravillosa, no era sencillo esto de enlazar títulos de canciones.
ResponderEliminarQue tengas un buen día!
Besos